Era mi diluvio, pero no mi barca, me dije mirando al pueblo que dejaba atrás.
Tusangra, pueblo donde ningún forastero podía salir.
Tusangra, pueblo donde nada cambiaría.
Me ahogaba aquel ambiente contaminado y sin futuro, a pesar de tener todo el tiempo del mundo (o tal vez, ser nosotros mismos el tiempo).
Habíamos renunciado a cualquier cambio.
¡Tenía que salir¡ Otras realidades me esperaban.
Llegué cansado a la ciudad.
Vi una máquina de bebidas. Saqué una. El sabor dulzón y pegajoso, me gustó.
Entonces comprendí cual era mi futuro.
Morder la yugular de forasteros ya no era tan divertido.
junio 18, 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario